Layne Staley: El espíritu que nunca murió joven

Layne Staley: El espíritu que nunca murió joven

Suena curioso que en el recorrido de estos últimos años nos hayamos acostumbrado a escuchar el nombre de Alice in Chains nuevamente en los medios, revistas y redes sociales, y no sólo por el recuerdo o estas efemérides, sino porque simplemente la banda está de regreso con un nuevo vocalista desde el año 2009, incluyendo la edición de un disco que provocó sentimientos encontrados y consternación generalizada. Por un lado teníamos que en cuanto a sonido inevitablemente nos recordaba lo mejor de la banda y su época brillante de los noventa, y por otro no queríamos ningún tipo de continuidad con esta banda que consideramos que sin Layne Staley no valía la pena reconstituir.

Y queda mucho de eso en el aire, hoy se conmemora el nacimiento de su figura más recordada. Si nos ponemos a hurgar en los créditos de las composiciones de la banda caeremos en cuenta que Staley no fue el «cerebro», para nada. Ese trabajo quedaba en un gran porcentaje para Jerry Cantrell y las colaboraciones de Mike Inez y Sean Kinney principalmente, que también tenían algo que decir al momento de cuadrar las canciones, pero no cabe duda que «el alma» de la banda siempre fue y será Layne Staley.

Y quizá sea por su errático andar, más aún  incluso cuando la banda disfrutó de su mayor éxito y reconocimiento, porque pareciera que cada canción que compusiera Cantrell estaba dedicada de una forma profética al devenir para su amigo y compañero. Por otro lado a veces da la impresión de que Staley hubiese tenido como única misión en su vida ser el vocalista de Alice in Chains, y de alguna forma representar a toda esa generación que no encontraba rumbo alguno. Con su consigna «We Die Young» casi marcada en la frente, pues a cuentas claras después de más de una década de su muerte eso se transparenta cada vez más: Staley vino, nos apabulló con su desgarradora forma de cantar, y también con su sensibilidad cuando tenía que hacerlo de acuerdo a la canción y nos dejó de la peor forma posible.  Sus letras no eran más que una crónica de una muerte anunciada que logró tener el más amargo e inevitable de los desenlaces en abril del 2002. Recordemos que AIC no sólo de potentes riffs propicios para el headbanging se nutrió, sino que de hermosas baladas donde la emotividad y el sentimiento fueron inspiración clara y que en voz de Staley llegaban a sobrecoger nuestros oídos y alma, y que más de una  lágrima lograron robarnos en reiteradas ocasiones, más aún ahora cuando nos ilumina su memoria en días como éstos.

Pero para qué ahondar en los detalles de su muerte en un día que conmemoramos su natalicio, lo claro es que si hoy seguimos viendo de pie a Alice in Chains se lo debemos a Layne Staley, aunque suene contradictorio. Hoy en día la música conserva el espíritu de la banda, por que también hay un grande como Cantrell que no podía hacer las cosas de otra forma, muy inspirado componiendo y eso que tuvo que superar cosas muy fuertes para decidir seguir adelante con una banda que parecía haber quedado sepultada seis pies bajo tierra junto con Staley. Cantrell encontró en el recuerdo de su gran amigo y hermano la fuerza para continuar, y eso realmente se agradece, por que-por sobretodo-queda claro que en cada nota de el regreso «Black Gives Way to Blue» o «The Devil Put Dinosaurs Here» que brota esa pena y rabia tan característica de Alice in Chains y motivado en el recuerdo- siempre latente y eterno- de un tipo con un talento extremadamente soberbio como Layne Staley, que claramente- vengan los discos que vengan- va a ser prácticamente imposible borrar de nuestra memoria y de nuestro corazón.

Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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