Rompan todo: la pasión del rock según Santaolalla

Rompan todo: la pasión del rock según Santaolalla

Existe un hecho verídico en la historia del rock latinoamericano: Charly García, en una época de virulencia y hostilidad, saltando desde el noveno piso de un hotel y cayendo directo en la piscina, en un acto que ha sido sumamente identificado con eso que se ha llamado la “actitud” del rock. Pues bien, recordar esa locura de Charly nos sirve como analogía para describir la docuserie “Rompan todo”, de Netflix, que se aventura a querer narrar la historia del rock en nuestro continente, lo cual se asemeja bastante a un salto a la piscina desde un noveno piso.

Tras el estreno, el debate se desató en miles de espectadores, algunos muy indignados, porque sus referencias o gustos no fueron satisfechos, sin considerar que el rock en español tiene grandes historias y es imposible supeditarlas solo a las bandas que lograron un contrato con una disquera internacional, ni a las que fueron invitadas a grandes festivales, ni a las que lograron colarse en MTV; es ahí donde los realizadores se precipitan y le dan un tono comercial a su investigación, si consideramos las bandas que se muestran como referentes y la cantidad de material que exhibe, el cual se maneja con agilidad. Hay mucho de inédito, lo cual va construyendo un relato sobre Latinoamérica y su gradual proceso de cimentación identitaria, a través de dos caminos paralelos que convergen, en ciertos momentos, para dar cohesión a los dos objetivos de la miniserie: conocer, de manera muy general, la evolución de nuestro rock y por otro lado, aproximarse a la historia moderna del continente, contando acontecimientos importantes remitidos al devenir político desde los años 70’s, donde nos topamos con los discursos de los dictadores que se atrincheraron al poder y el de los posteriores presidentes.

Es a través de este segundo objetivo que la miniserie logra enfatizar la relevancia de figuras del ámbito musical, como Víctor Jara o la del mexicano “Rockdrigo” González: ambos enarbolaron una voz de denuncia social que los gobernantes necesitaban silenciar, estableciéndose un cruce interesante y debatible desde el punto de vista histórico, de si el rock nació al amparo de la desigualdad social; en el visionado no hay respuestas, pero sí una puesta en escena que hacer ver que sí hay relación; como lo que ocurrió en el México de los 70’s, donde las bandas eran perseguidas y estigmatizadas, negándoles circuito y visibilidad; o como en los 80’s, donde la Guerra de las Malvinas y la prohibición de la música en inglés precipitó un movimiento que marcó la creatividad del rock en nuestro idioma, permitiendo una mayor profesionalización de una industria que se había movido de forma under, exportando aquello al resto de países.

Y aquí es dónde asoma uno de los puntos fuertes del documental y, sin embargo, el más controversial y debatido: la importancia del productor Gustavo Santaolalla. ¿Responsable, impulsor, descubridor? Radicado en Estados Unidos desde los 70’s, el guión lo deja como figura relevante, como un observador del proceso pero, además, como alguien que aprovechó su influencia y conocimiento para movilizar una escena que siempre se forjó por “amor a la camiseta”.  Y aunque no guste a muchos la visión del argentino, de por sí importantísima, hay que reconocer que decidió dar espacio, cabida, auge y oportunidad a muchas bandas que por años se pasearon por el continente, definiendo gustos y creando público para una industria novata. Al final, no hay documental, película o lo que fuere, que atrape, en un testimonio,  la realidad total. Sea Santaolalla, Talarico u otro, ese productor reducirá el objetivo al material que le es conocido, del que puede dar fe, y luego la evaluación de cada espectador será según la propia experiencia.

Lo más positivo del producto es su estilo visual, que evoca los temas de los que trata, junto con transmitir energía y valiosa información; dentro de esto, ya dijimos que  las imágenes de archivo inéditas son material que vale oro, además de las entrevistas con figuras reconocidas (y no tanto) del rock latino, que a veces pecan de chovinistas e hilvanan frases sin profundidad ni mayor contenido. No nos vamos a detener en las omisiones porque cada país tiene destacados nombres que quedaron fuera de este recuento, probablemente, porque la producción quedó anclada en Argentina, y Netflix, adhiriendo el carácter puramente comercial de la propuesta, debe haber solicitado que México estuviera representado ampliamente. Esto indica que hubo un  sesgo en la visión de la docuserie no sólo porque se omiten nombres, sino que también por el tratamiento que se le da al papel de la mujer, pues parece sólo un parche en la producción, una obligación para quedar bien en lo políticamente correcto, pero sin que se dé un tratamiento adecuado. La mujer en el rock ha sido fundamental desde siempre y aquí se aprecia desbalanceado.

Otro elemento que le resta puntos a “Rompan todo” es la estructura elegida; una tanda de seis capítulos parece insuficiente, pero al ser producto para televisión sin duda que se sacrificó una forma distinta de encararlo (con más visiones filosóficas, sociológicas, históricas). Esto es una decisión de producción y no un error, porque su premisa es una misión imposible; son seis horas, muchos países, siete décadas. En resumen, le cuesta respaldar su teoría como una unidad, pues el rock sólo funciona en bloque para el mercado discográfico y ahora, también, para Netflix. Igual es lamentable que no se haya observado a Brasil y Portugal, versus el protagonismo de Colombia, donde nunca el rock ha sido la piedra angular de su música, verdad dicha por la propia Andrea Echeverri. Al parecer también hubo alguna discriminación por idioma.

Y si bien Chile se redujo a un par de cuñas de Los Jaivas, González, Narea, y Beto Cuevas casi como historiador, valoremos las imágenes que vimos y la posibilidad de acceder a alguna banda que no conocíamos y que podría significar un redescubrimiento, porque “Rompan todo” llega justo en un momento de letargo del rock, tal como lo dice Santaolalla, de “hibernación”, y mientras seguimos debatiendo y discutiendo sobre los pros y contras de esta docuserie, esperamos con ansias a la banda que tome la posta y haga resurgir toda esa actitud y pasión de los riffs y tambores, tan bien incrustados en la mirada Latam del género.

Macarena Polanco

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