“A Matter of Life and Death”: los caminos de transición de Iron Maiden

“A Matter of Life and Death”: los caminos de transición de Iron Maiden

EMI Records, 2006

Con el regreso de Bruce Dickinson tras el micrófono, y de Adrian Smith en las seis cuerdas —de paso configurándose un tridente guitarrero, acompañado de Dave Murray y Janick Gers; la Doncella de Hierro volvió a ser redituable. Así lo confirmaron los lanzamientos de Brave New World (2000) y Dance of Death (2003). Un sexteto que recuperó su sitial y que volvió a llenar arenas y estadios, atacó de nuevo con A Matter of Life and Death —publicado el 28 de agosto de 2006. Aquel que cuya imaginería se basó en lo militarizado; con un batallón de esqueletos, en un estéril y devastado paisaje, siendo comandados por Eddie sobre un tanque —y cuya cabeza, con casco, sirvió de logo por encima de dos metralletas cruzadas.

Venían a toda máquina, tras su primer tour conmemorativo —Eddie Rips Up the World (2005); un pequeño recorrido, para su estándar, de 45 fechas en territorio norteamericano y europeo. Que culminó con una estadía de dos meses, entre marzo y mayo de 2006, en el Estudio Sarm West de Londres —sitio que los recibió con anterioridad para grabar el ya mencionado Dance of Death. Escudados, como es su costumbre desde el año 2000, por Kevin Shirley tras las perillas; en compañía de Steve Harris, el bajista especialmente desde allí dio rienda suelta a las canciones de larga duración —ese impulso testarudo, de primar su propia visión sin filtrar demasiado las ideas, siendo el único punto débil de la agrupación.

En esta entrega notándose demasiado, dejando de lado su tradición de sólo incluir una pista que bordease los diez minutos; para que esta vez fuese la dinámica de por sobre la mitad del disco. Porque luego de la perezosa apertura encomendada a Different World —uno de los singles promocionales que sindicaron como un pequeño tributo a Thin Lizzy; y una posterior pasada con Out of the Shadows y The Pilgrim, que retrató la historia de los llegados de Inglaterra a Estados Unidos en el Mayflower (1620), todo se pone cuesta arriba rozando lo progresivo —desde el punto de vista instrumental yendo de menos a más.

These Colours Don’t Run, un grito de declaración, salió de la fatídica experiencia del festival Ozzfest que tuvo lugar en la ciudad californiana de San Bernardino —en que por indicación de la esposa de Ozzy Osbourne, lanzaron huevos al escenario durante la presentación de Iron Maiden. Brighter Than a Thousand Suns; título que referencia a la frase dicha, por los científicos, en Nuevo México tras el experimento de la bomba atómica (1945) —incluso en la letra nombrando a un tal Robert, por supuesto Robert Oppenheimer, quien estuvo a la cabeza del proyecto. El cantante explicando que de ahí salió el concepto oscuro y lúgubre del álbum: ellos perteneciendo a la generación que creció con el temor que conllevó la Guerra Fría, y la posible destrucción nuclear.

The Longest Day, que retoma el tópico bélico ambientándose en el Día D —el famoso desembarco de los aliados, en las costas francesas, como parte de la Segunda Guerra Mundial; pero sin dar un nombre exacto en donde se desarrolla la acción. The Reincarnation of Benjamin Breeg, que tuvo la misión de ser el adelanto formal —sin importar que cronometrase casi siete minutos y medio; puso a los fanáticos de cabeza frente a un nuevo Maiden-mito: saber quién era aquel Benjamin Breeg. Especulaciones hubo muchas, sin ninguna ser confirmada por la banda. Por entonces hasta rondó un sitio web que contaba parte de su biografía, un huérfano de fines de los 30’s que falleció en 1978 —como lo indica su lápida en la portada del single promocional; misterioso como lo fue Charlotte the Harlot. “El hombre del que poco se sabe”, cuya vida tiene muchas analogías y alcances con quienes cantan su propia canción. For the Greater Good of God, la más extensa de esta colección, es quizás la que más pasta de hit posee. Con un riff de guitarra que posee cierta reminiscencia a Sign of the Cross (1995), critica el fanatismo y fundamentalismo religioso; quedándole el camino despejado, para bajar el telón, a Lord of the Light y The Legacy.

Material denso, difícil de ser digerido de buenas a primeras; pero que a la larga convence. Este 14° eslabón del catálogo terminó pasando desapercibido, con el correr del tiempo, al menos en varias latitudes debido a la mezquina gira que le aconteció en la temporada 2006-07: 61 fechas que pasaron por alto regiones habituales, como Oceanía y Latinoamérica —gira que en su primera etapa, como jamás lo ha hecho Maiden, en cada concierto se incluyeron todos los temas de la nueva producción. Que no quedase ningún registro de los shows, filmado de manera profesional, tampoco ayudó a que calase a posterior —con la excepción del Download Festival 2007, pero la bajísima resolución del video lo hace olvidable. A futuro la única que tuvo mejor suerte fue For the Greater Good of God —retomada entre 2018-19; seguida muy por detrás por, en un fugaz asomo en 2010, These Colours Don’t Run y The Reincarnation of Benjamin Breeg. Pero fue un trabajo que mantuvo bien engrasada la maquinaria de la Bestia.

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