Los 15 mejores álbumes doom metal de los 90’s

Los 15 mejores álbumes doom metal de los 90’s

En las profundidades donde la luz apenas se atreve a respirar, el doom se convierte en un eco eterno que arrastra nuestras sombras. Aquí no hay prisa, solo el pulso lento de campanas fúnebres y riffs que pesan como tierra recién arrojada sobre una tumba. Cada disco es una puerta a un reino distinto: los ríos melancólicos de The Angel and the Dark River, la introspección espectral de The Silent Enigma, la penumbra gótica que Paradise Lost forjó en piedra, y el susurro hipnótico de Mandylion. Entre alas que abrazan y leyendas de mil lagos, nos adentramos también en la negrura glacial de Into Darkness, en los besos sangrientos de Bloody Kisses, y en los arcanos secretos de nuestra propia tierra con Arcane XIII.

En este viaje, las guitarras lloran en Brave Murder Day, las montañas sagradas de Holy Mountain se alzan como templos de humo, y los bosques de Forest of Equilibrium exhalan su último aliento. Aegis extiende un velo de seducción y tragedia, mientras Come My Fanatics… invoca tormentas eléctricas en altares de distorsión. Wildhoney embriaga con perfumes psicodélicos y letales. Aquí, donde la eternidad es lenta y cada nota parece tallada en piedra fría, el doom es más que música: es un ritual para quienes sabemos que la belleza más profunda siempre camina de la mano con la oscuridad.

My Dying Bride – The Angel and the Dark River (1995)

Una de las bandas más importantes del género. Los ingleses desde temprano nos enseñaron a sufrir y muy bien. El ángel navega por Un río oscuro y lento, donde el violín llora en «The Cry of Mankind», con su atrapante marcha e hipnótico final, o en «A Sea to Suffer In», donde cada acorde parece pesar toneladas de tristeza. En «Your Shameful Heaven» la banda sube la intensidad, pero nos trae guitarras cargadas de angustia. la voz de Aaron Stainthorpe recita tragedias como un sacerdote en el fin del mundo. Doom gótico en su estado más puro: belleza en la tristeza, calma en la desesperación. Un disco para perderse en la melancolía y no querer regresar.

Es un hito del death/doom melódico, donde la crudeza de riffs graves y growls profundos se funde con melodías épicas y atmósferas creadas por teclados de inspiración folk y progresiva. Grabado en Sunlight Studios con Tomas Skogsberg, combina la agresión del death metal sueco con la melancolía propia de la mitología finlandesa, tomando letras del Kalevala. Su estructura narrativa, más cercana a relatos musicales que a canciones convencionales, transmite la sensación de un viaje por paisajes helados y antiguos, equilibrando brutalidad y belleza de forma única.

  Anathema – The Silent Enigma(1995)

Este disco, marca un punto clave en la carrera de Anathema, donde la banda ya juega en la cancha con pleno dominio del doom noventero. Solo que esta vez, apostaban por un sonido más melódico, donde cada canción transcurre con una densidad emocional que se alterna entre riffs pesados y pasajes acústicos que profundizan la atmósfera etérea. La producción no fue perfecta, pero ese mismo factor resalta los momentos experimentales, aportándole autenticidad y frescura al disco que al día de hoy, sigue siendo un referente por su maestría para transmitir tristeza.

The Gathering – Mandylion (1994)

El debut discográfico de Anneke van Giersbergen con la banda vino de la mano de un salto y exposición gigante. Un cambio de sonido donde se dejaron notar influencias más líricas, pop y hasta shoegaze; que se fundieron con las distorsiones graves y profundas que ya venían haciendo los holandeses en su periodo más oscuro. La voz de la cantante abrió un abanico de posibilidades creativas en donde supo brillar mediante melodías que dejaron ver su amplio rango interpretativo, en un periodo donde podría decirse que el conjunto llegó a su peak compositivo, dando vida a canciones que pasaron a ser clásicos no sólo para la banda, sino que para el metal en general, como “Strange Machines”, “Leaves” o “Eleanor”, donde se destacan los riffs logrados por René Rutten.

 Lacrimas Profundere – … And the Wings Embraced us (1995)

Un debut imponente que marcó el inicio de la banda y presume de un doom/death gótico con un aura media fúnebre, que emparenta a la perfección con sus riffs lentos y desgarradores. Acá la soprano Anja Hötzendorfer se luce con la interpretación en conjunto con la voz de Christopher, que narra con peso y solemnidad la conjunción completa de la placa. Y aunque tiene un desarrollo pausado, se aprecian momentos más sutiles que se perciben por la producción rústica con la que fue hecho, al igual que los arreglos que gestaron esa identidad elegante que con los años no deja de ser cautivadora.

Tiamat – Wildhoney (1994)

Podría decirse que “Wildhoney” contiene todos los elementos de lo que podría definirse como un disco de doom. La pasión en sus letras que develan pasión y un goce con el dolor, tempos de batería lentos pero profundos, riffs muy de la mano de Black Sabbath, y la voz desgarradora de Lieve Herrema, fundan una obra clave en la discografía del grupo que pasó a ser clave para el género. El uso de sintetizadores también entrega una atmósfera llena de detalles sombríos pero lujuriosos, que permiten disfrutar los diferentes matices de canciones que, por sus letras, realmente se sienten como desahogos (sobre todo en piezas como “Whatever That Hurts” o “Do You Dream Of Me?”).

Katatonia – Brave Murder Day (1995)

Hay discos que, aunque navegan en un mundo sonoro muy ligado a ciertos estilos, dejan entrever influencias en donde rondan distintas influencias. Y “Brave Murder Day” es un buen ejemplo de esto. Con una alineación que contó con nada más que Mikael Åkerfeldt de Opeth (antes de obtener un reconocimiento mundial dentro de la escena metalera) complementando al núcleo de Jonas Renkse y Anders Nyström, se logró una obra de élite dentro de la escena sueca. Los riffs, por más pesados que suenen, tienen una alta carga de bandas oscuras pero accesibles, como The Cure o Bauhaus, donde ritmos acelerados con cambios de intensidad juegan con la dinámica y entretienen al oyente (algo que se puede notar en canciones como “Brave” o “12”). Cortes como “Day” quedan fuera de la agresividad distorsionada del macro del álbum, pero mantiene esa impronta profunda y desolada, con un sonido más “trip-hop” o electrónico que la banda exploraría años más tarde.

Winter – Into Darkness (1990)


Con solo un álbum de estudio, los neoyorquinos de Winter alcanzaron el estatus de culto dentro del universo más extremo del doom metal. “Into Darkness” es un trabajo icónico, donde se reflejan los límites que, hasta ese momento, podía alcanzar el género en cuanto a la creación de paisajes sonoros apocalípticos. Debido a su aspereza, la obra está considerada dentro de las primeras y más representativas del subgénero del death doom metal, con guitarras crujientes, que se levantan como muros distorsionados, dentro de una producción con componentes atmosféricos y cavernarios. Desapercibido en sus inicios, “Into Darkness” logró ganar su posición con el paso del tiempo.

Cathedral – Forest of Equilibrium (1991)


Luego de su participación como vocalista en “Scum” y “From Enslavement to Obliteration”, Lee Dorrian abandona Napalm Death para embarcarse en un proyecto propio. Alejado de la velocidad salvaje del grindcore, se inclina por ritmos pausados y letárgicos, creando un proyecto igual de extremo, pero con un enfoque completamente opuesto. “Forest of Equilibrium” es el primer trabajo de Cathedral, donde los preceptos que definen al doom metal se encuentran plenamente ejecutados. Se trata de un álbum donde abundan las frecuencias bajas, los riffs hipnóticos, y una cadencia que bebe de nombres emblemáticos del género, como Pentagram y Black Sabbath.

Sleep – Holy Mountain (1992)


En un género que se define por su carácter ‘monolítico’, los californianos de Sleep son los dueños absolutos al momento de hacerle honor al adjetivo. Con una discografía que no escatima en trabajos icónicos, “Holy Mountain” es un hito tanto en la carrera de la banda como en el desarrollo de este sonido. El álbum nos invita a sumergirnos en un viaje lisérgico, hipnótico y profundamente distorsionado, donde el límite entre el doom y el stoner metal es difuso. Podemos encontrar secciones altamente psicodélicas, guitarras titánicas y momentos que se sienten densos como la brea. Sin duda, uno de los discos que encarnan la fluida relación del doom metal con otros sonidos afines

Theater of Tragedy – Aegis (1998)

El último álbum de la etapa gothic/doom de los daneses antes de entrar de lleno al rock industrial. El disco aborda temáticas mitológicas e históricas con una epicidad bastante oscura y opresiva, pero, a la vez refinada. Si bien este LP se acerca más al lado gótico, gran parte de sus canciones están permeadas por el doom, en su versión más melódica de los noventa. Los riffs combinados con la voz de Liv Kristine, transportan elegantemente a los pasillos de un castillo medieval, con un aura de melancolía, e incluso romanticismo, adornados con pasajes instrumentales evocadores de nostalgia y distancia. Destacan las canciones “Cassandra”,Lorelei” y “Venus”.

Type O Negative – Bloody Kisses (1993)

En este caso, Bloody Kisses sería como recorrer una mansión gótica con pasillos llenos de sensualidad. Este podría ser considerado como de los mejores, si no, el mejor de los estadounidenses. Tiene el característico sentido del humor de la banda, esta vez en una balanceada mixtura de cierta solemnidad y sarcasmo. Musicalmente el álbum se encuentra a medio camino del gothic y del doom metal, pero también con elementos del metal alternativo, una fórmula con más amplitud que le permitió llegar al mainstream, pero sin perder en riffs lentos y pesados con toques suaves de teclados más grandes. Letras de amor, muerte y sensualidad en canciones como Black N°1.

Poema Arcanus – Arcane XIII (1999)

A más de dos décadas de su lanzamiento, Arcane XIII se mantiene como una pieza clave del doom chileno. Su sonido, denso e introspectivo, revela esa capacidad de transmitir emociones profundas sin recurrir al exceso, porque el mensaje también puede ser entregado en calma. Cuando lo escuchas inspira sombras y melancolía, pero lo mejor, es que cuando te detienes en sus progresiones bien cuidadas, se puede apreciar el diálogo de las guitarras con la crudeza tan típica del estilo.

Paradise Lost – Gothic (1991)

Segundo disco de los ingleses que es todo en emblema del death doom con estética gótica depresiva, es decir, las bases lentas y densas se unen con armonías y arreglos. Un emblema porque es considerado el álbum que le dio forma a lo que hoy conocemos como Gothic Metal. Paradise Lost ya en su segunda producción estaba consolidándose como referentes y pioneros de este nuevo súbgénero. Tristeza, melancolía y oscuridad se transmiten en la voz de Nick Holmes, que, con pasajes guturales, pero también limpios, logra fundirse con teclados y orquestaciones que le dan cierto un aire cinematográfico. La canción que da nombre al disco, así como Eternal, son obras de arte.

 Electric Wizard- Come My Fanatics… (1997)

18 Años desde que inició el ecléctico segundo ritual de los ingleses de Electric Wizard. Una atronadora oda al sonido clásico sabático, que en menos de 60 minutos logra redefinir los límites estilísticos de lo profundo y misterioso que el doom metal puede serlo. “Come My Fanatics” (1997) se erige como un monolito fundacional en la obra del trío inglés., quienes sobrecargando la profundidad sonora del álbum con una oscurantista estética y unas líricas de potente nihilismo, logran establecer una vertiente estilística de larga influencia dentro no tan solo del Doom Metal, si no que también de la música extrema.

Amorphis-Tales from The Thousand Lakes (1994)

Es un hito del death/doom melódico, donde la crudeza de riffs graves y growls profundos se funde con melodías épicas y atmósferas creadas por teclados de inspiración folk y progresiva. Grabado en Sunlight Studios con Tomas Skogsberg, combina la agresión del death metal sueco con la melancolía propia de la mitología finlandesa, tomando letras del Kalevala. Su estructura narrativa, más cercana a relatos musicales que a canciones convencionales, transmite la sensación de un viaje por paisajes helados y antiguos, equilibrando brutalidad y belleza de forma única.

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