Haken en Chile: precisión, poder y dominio absoluto

Fotos: Camila Luengo
Haken volvió a Chile y en su tercera visita reafirmaron su dominio absoluto. El Teatro Cariola se vio envuelto en sus composiciones abundantes en colores, texturas y brutal energía. El público, una vez más, fue devoto de las melodías hakenianas que brindan una experiencia única de polirritmia, armonías retorcidas y estructuras complejas, de esas que con solo dos compases lo dejan todo claro. Haken vino a intervenir el tiempo.
Pero antes de vivir la experiencia hakeniana, la apertura de la noche corrió por cuenta de Delta, banda nacional con 20 años de trayectoria y un dominio escénico que hizo justicia al cartel. Su presentación, precisa y enérgica, fue el detonante perfecto para elevar la temperatura emocional sin caer en excesos, complaciendo a un público que mostró su admiración. ¿Y cómo no? Si Delta probablemente sea lo mejor que tenemos actualmente en la escena del metal progresivo nacional. Como siempre, Paula Loza, Víctor Quezada, Nicolás Quinteros, Marcos Sánchez y Andrés Rojas, impecables.
Según lo pactado, los ingleses salieron a escena, esta vez dejando sus guayaberas en casa y optando por una sobria vestimenta de camisetas negras. Arrancaron a toda potencia con «Puzzle Box» y «Atlas Stone». Antes de dar un breve paseo por Fauna con «Beneath the White Rainbow», Ross menciona que somos su lugar favorito para venir a tocar.
Entonces se abre paso una de sus piezas más icónicas, «The Cockroach King». Sus primeros acordes y juegos de voces hicieron caer rendido a todo el Cariola ante el rey cucaracha. Un breve momento de calma llega con «Canary Yellow», para luego volver al movimiento con su emblemática oda a los 80s, «1985», y escalar la potencia con una de sus piezas más pesadas, la majestuosa «Prosthetic». Esta desató la locura, haciendo temblar el teatro una vez más con una energía que no se perdió al llegar «Carousel», «Falling Back to Earth» y «Drowning in the Flood».
Y como todo lo bueno debe terminar, «Visions» se encargó de dar un cierre abrumador. La suite de 20 minutos condensa todo lo que esta banda representa: cambios de tempo, secciones instrumentales que rozan la sinfonía moderna y una carga emocional que se siente en lo profundo. Una travesía imposible de ignorar, de la cual no se puede salir sin conmoverse ante semejante despliegue de ideas, todas conectadas por un mismo hilo conductor; la necesidad de decir algo que solo puede decirse así, con esa intensidad, con esa entrega.
Richard Henshall y Charlie Griffiths, son dos guitarras que por separado son brillantes y en dueto, celestiales. Ross Jennings, con su desplante escénico, es todo un director de orquesta guiando al público con su carisma, voz suave y grave a la vez. Peter Jones, con sus teclados magistrales, crea pasajes hermosos y conmovedores. Conner Green, desde el fondo, discreto y sólido marcó el paso con su bajo de forma precisa junto a Raymond Hearne, cuya batería poderosa tiene la mezcla justa de fuerza y precisión.
La tercera visita a Chile confirmó que esta banda ya no está escribiendo el futuro del metal progresivo. Lo está ejecutando con una claridad brutal. Haken demostró, una vez más, que el virtuosismo también puede ser un acto profundamente humano y un elixir celestial.