The Mars Volta, «The Mars Volta»-(2022)

Clouds Hill 2022

Han pasado 10 años desde que The Mars Volta apareció por última vez en nuestros oídos con un nuevo lanzamiento, un largo tiempo que ha visto una pausa, una ruptura y una reforma, luego de las consecuencias entre los miembros fundadores y únicos, tales son, Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala y su posterior reactivación de la amistad, con una saludable incorporación de su banda anterior At The Drive-In, también ocupando parte del tiempo intermedio, entre otros proyectos.

Este lanzamiento homónimo, sin embargo, ve un cambio definitivo en la dirección principal de su sonido. No hay temas ruidosos y directos como Inertiatic ESP, de su primer álbum Deloused in the Comatorium, el favorito de los fanáticos, o incluso TheWhip Hand o Dyslexicon de su lanzamiento anterior, Nocturniquet de 2012. Hay una sensación más electrónica de baja fidelidad en general y, aunque todavía hay algunos de los ritmos de batería complejos, en una sensación más baja, es un asunto mucho más relajado de lo que nadie estará acostumbrado durante la totalidad de una liberación de TMV.

Usar el trauma como medio para crear arte es una elección muy, muy complicada. Replantea cualquier creación a través de un ángulo terapéutico: el artista atormentado y con problemas, cuyo dolor está a la vista y cuya historia personal se vuelve más grande que su desarrollo artístico. Y la verdad en los discos antecesores de la banda esta fue la temática imperante, además de una unidad inestable cuya existencia estuvo enmarcada por tragedias personales, adicción a las drogas y extravagancias excéntricas, todo aquello fue combustible para abordar sus grandes álbumes que, normalmente, nos entregaban sonidos perturbadores tanto instrumentales como vocales. Hoy ya con su séptimo álbum al parecer hubo una renovación tanto emocional como espiritual, la que se entrelazó para obtener un resultado muy distinto a todo lo hecho en el pasado.

El primer sencillo, «Blacklight Shine», es la prueba clara y más destacada de esta nueva claridad en la dirección: de nuevo, en tres minutos, la canción se concentra en su ritmo rítmico y melodías vocales, encontrando un equilibrio entre sus letras oscuras y rencorosas.

“Graveyard Love” se siente extrañamente ubicado como la segunda pista y probablemente marque la transición más incómoda al disco. Algo acerca de los elementos dentro parece no encajar del todo, voces de fondo y texturas de guitarra que son muy distintas a lo que nos tiene acostumbrados Omar Rodríguez-López.

Cuando aciertan con el sonido, dan justo en el blanco. «Cerulea», «Flash Burns From Flashbacks» y «No Case Gain» son cortes de la mitad posterior del álbum que usan tan bien ese tono caribeño funky. Son el tipo de canciones que te dan ganas de levantarte y bailar, algo poco usual en los marcados sonidos ásperos de TMV. Por ejemplo, Deloused in the Comatorium tiene un sonido art rock y post-hardcore, y Amputechture se parece más al rock progresivo y experimental. 

“Graveyard Love”, “Shore Story” y “Blank Condolences” pisan el freno y cambian el estado de ánimo del álbum por completo. Cuando escuchas estas canciones, la verdad deseas versiones más alegres para combinar mejor con la apertura. 

El álbum no vuelve a la normalidad hasta «Vigil», que le da al disco una descarga de adrenalina necesaria hacia el final. 

The Mars Volta definitivamente ha hecho mejores discos, pero esto no daña su discografía en absoluto. Este es un álbum divertido y fácil de escuchar que hace crecer los variados estilos a los cuales pueden acceder sin problema alguno y logra a la banda mantenerse como uno de los dúos más consistentes en la industria de la música.