Touché amoré en Chile: Un cataclismo indomable

Fotografías por Cristian Belano

Al dar inicio al concierto, la presencia de los nacionales de Relámpagos encendieron de manera instantánea a los presentes, quienes se entregaron a su energía, y no mucho después se dejaron ver los primeros circle pit, que fueron una constante durante toda la jornada. Dejaron claro que la escenario local del hardcore está dotada de excelentes exponentes, y su presentación estuvo muy redonda, en cuanto a sonido y performance.

Y cuando fue el acto principal, el metrónomo se vino abajo con una fuerza arrolladora a penas sonó «New Halloween», la atmósfera se electrificó con la presencia de los californianos y por fin, tras una espera de casi 18 años desde su formación, pudimos presenciar en vivo a una de las bandas más imponentes dentro de la escena del hardcore. Y precisamente esa conexión visceral que tienen con su audiencia, desató una ola de crowd surfers, circles pit y adrenalina pura que se respiró de principio a fin.

Jeremy Bolm, Nick Steinhardt, Clayton Stevens, Elliot Babin y Tyler Kirby sin duda se fueron con la impresión de que el público chileno no tiene su reputación por simples rumores, sino, que somos una de las audiencias más feroces si de entregar pasión se trata, y aquella emoción, la entrega absoluta, fue palpable. Aunque a veces excesiva, no solo porque no hubo ningún momento de respiro, sino porque la violencia tomó una forma exagerada ante la falta de barricada y si bien, no es para nada ajeno en conciertos del estilo, entre el poco espacio y la aglomeración, se sentía algo riesgoso y no era demasiado “amigable” para todo tipo de público que disfruta de la música sin necesidad de volar por los aires. De todos modos, la vibra era intensa en todo momento, nunca se cortó, y eso se notó.

Hay que sí o sí destacar la meticulosa ejecución que acompañó cada canción. El setlist, estuvo bien pensado, aunque se sintió corto. Y no es de extrañar, pues imagina ser Jeremy, estar entregando lo mejor de ti y una masa de personas intente tirarte hacia el público, empujándote hasta que debas parar de cantar. Se sabía que la ausencia de una reja iba a ser una problemática, no solo para quienes buscaban capturar en su lente los momentos más destacados de la noche, sino, que aunque agradecidos, hacia el final del concierto, se percibía en los estadounidenses una constante urgencia por terminar el show. Aún así, estaban felices con la pasión y las muestras de afectos recibidas, pero lo importante también era resguardar la seguridad, ya que no es normal tener que involucrar a tanta seguridad en una instancia que era para disfrutar.

El quinteto coronó su debut con una agridulce —más cargada a dulce— intensidad, que reforzó la simbiosis emocional entre los músicos y su público, poniendo en evidencia una emoción incuestionable hacia la banda y su legado en la escena. El profesionalismo y el peso de la trayectoria, se notaban en sus cuerpos, la calidad de su interpretación no solo fue impecable, sino que fue capaz de encender esa mecha que está lejos de apagarse, no es al azar que el «Stage Four» sea uno de sus discos que fueron mejor gestados, y su nueva placa «Spiral In A Straight line» es ambicioso, contundente y brutal, sobre todo en vivo, eso quedó clarísimo.

Esta visita nos deja momentos imborrables que se grabaron en la memoria de todos los presentes, quienes salieron de ese recinto extasiados, con hambre de un poco más. Muchos se atrevieron a entregarse de manera valiente a una masa que se movía de un lado a otro, era una oportunidad de liberarse, de conectar, algo que la comunidad indomable de Touché Amoré en Chile, supo lograr con creces.